William Lobo Quintero: Un académico con una ciudad por dentro
Tomado del sitio web www.diariofrontera.com
Ramón Sosa Pérez.-
“Hay que convocar con convicción a los merideños a que contribuyan a realizar un programa prospectivo para asegurar que Mérida sea una ciudad sostenible en el espacio y en el tiempo”, sostenía con la vehemencia de su credo, el Dr. William Lobo Quintero, apasionado de su Ciudad, su Universidad y su Academia, la tríada donde apoyó su doctrina merideña de apuntalar lo bueno, aplaudir lo grande y encumbrar lo positivo. Fue la suya una verticalidad inagotable y por ello, en otras líneas exhortaba: “que se destierren la inmediatez, la complacencia y el beneficio personal”, porque Mérida fue lo primero, siempre.
Al certificar la valía del Dr. William Lobo, el historiador Alí López le escribía en 2006: “su medio siglo de vida universitaria le permite tener una visión crítica y acertada sobre lo que ha ocurrido en el tiempo. Ud. ingresó a la ULA como estudiante y como profesor en tiempos de la última dictadura; le correspondió cumplir eficientemente labores de docencia e investigación y funciones académico administrativas durante le democracia y ha visto la situación y actitud de nuestra alma mater en la coyuntura política del país de la última década”.
Ejido antañón y provinciano
Ejido fue lugar de sus más caros afectos y añoraba los ratos allí vividos. Igual Montalbán que La Mesa de Los Indios pues sus recuerdos iban en frecuente ritornelo por ambos pueblos. Del segundo datan los más emotivos: el maestro Valero, músico larguirucho de mostachos entrecanos que tocaba el trombón, Belén Guillén, la telefonista del pueblo que en su di-dá probaba comunicación con doña Edelmira, Genarino, el peluquero, Ernesto Rojas el músico-chofer que tenía el agudo alias de “Al Son de la Vida”, entre otros.
Daniel y Edelmira, matrimonio de honorable cuna en el Ejido de ayer, procrearon a Alba María, William Daniel, Gladis Celina, Mayra Alicia, Oswaldo Ramón e Iván Lobo Quintero. El patriarca había sido Prefecto de La Mesa y su consorte era allí la maestra de primeras letras. En los años virtuosos de la experiencia, el Dr. William evocaba “esa casona bendita de Montalbán” y se solazaba en los versos de la madre-maestra: “Ejido tibio… oloroso a caña recién cortada… a trapiche… a molienda… a guarapo… a papelón…”.
Tierra de Jamuén
Viejas crónicas repiten que en Lagunillas, junto a la laguna de Urao, cuando llegó Rodríguez Suárez en 1558, “había una ciudad populosa, con barrios, muy concurrida...” y que a los 3 días, luego del reparto de tierras entre los suyos, abandonó el lugar. Años luego, su sometimiento tocó a dominicos y agustinos. El primer doctrinero fue Fray Antonio de Vadillo y el último José Barandón, en 1705. El primer párroco fue José Rafael Zerpa, en tiempos de Ramos de Lora. Estos sucesos motivaban al Dr. William porque se trataba del relato sobre su suelo nutricio y en su afán laborioso, se había documentado con suficiencia.
El Dr. Pedro Durant, al recibirlo como Individuo de Número de la Academia de Mérida, señaló: “llegó a la Sabana de Lagunillas el 23 de febrero de 1934, por eso debería llamarse Pedro Florencio, (...) pero fue voluntad de los padres que llevara el nombre del gran escritor inglés. Con sólida formación hogareña, subió a Mérida para cubrir los niveles educativos necesarios hasta egresar de la ULA como Ingeniero Civil”, en 1957, con Maestría en Ingeniería, Opción Estructuras y Aprobación doctorales en la UNAM de México en 1964 y en la UCV en 2002.
Discípulo privilegiado
Alumno del Dr. Andrés Zavrotsky fue William Lobo, en 1952: “nos tocó estrenar al profesor ruso en la inolvidable primera clase de Análisis Matemático (…) Habíamos transitado bajo su dirección que nos llevó paso a paso y nos dejó el mensaje del estudio, la puntualidad y el pensamiento abstracto (..) el profesor permitía llegar tarde a la clase, siempre que entráramos por la ventana. Un día se retardó y le cerramos la puerta. Él sin inmutarse entró por la ventana y nos dio la clase”. Este sabio había sido profesor de matemáticas superiores en Shangai y antes escapó milagrosamente de las milicias de Stalin. En Mérida vivió 43 años.
Otro maestro suyo fue el físico alemán Raimundo Goetze, avecindado en Mérida desde 1938, alumno y asistente de Einstein lo que daba crédito suficiente, decía el Dr. William, para referir esa alta formación física matemática que le permitió dar clases en varias universidades del mundo, incluida la de Cataluña, antes de la II Guerra Mundial. Del Dr. Goetze “recogimos su disciplina alemana, su inmensa facilidad didáctica pues era muy difícil en clase no entender el conocimiento (..) y la sutil aplicación del humor”. Quienes conocieron estas facetas en el Dr. Lobo, aclararán ahora su feliz origen.
Universitario a tiempo completo
Preocupado por el tema y su incidencia en nuestros países, viaja a EEUU en 1994 y se matricula en una Especialización en Aislamiento Sísmico en la University Of Wisconsin, con el prestigioso ingeniero Mete Sozen, luego incondicional consejero y mejor amigo. En 1973 había estado en Lisboa en el Curso Internacional de Concreto Armado y en 1975 viajó a México al Curso Latinoamericano de Ingeniería Sísmica. Al retorno, se reincorpora a la ULA, donde había iniciado docencia el 1 de octubre de 1957 y por 55 años, con una hoja de servicios intachable, afirmando consecuencia y apoyo al compromiso universitario con Mérida.
En 1970 fue nombrado Presidente de la Comisión Asesora para la creación de las carreras de Ingeniería Química, Ingeniería de Sistemas e Ingeniería Mecánica y en 1983 ponente ante el CNU para la creación de la carrera de Geología. Antes había sido Coordinador de Planificación del Área de Ingeniería de la Universidad José María Vargas. Su experiencia administrativa la había probado en 1968 cuando resultó electo Decano de la Facultad de Ingeniería, con 34 años de edad y 11 de egreso profesional. En 1965 participó como Miembro Fundador del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH-ULA).
Merideño, por encima de todo
Amó a Mérida y Dios le premió con tiempo suficiente para servirla. El tema de la vulnerabilidad fue su pasión y a estudiarla consagró su vida profesional. En 1990 fue llamado como Asesor de la Comisión Revisora de la Norma Venezolana de Construcciones Antisísmicas, convenio Mindur-Fonvisis-Covenin. Por Mérida, pedía “afianzarla en sus grandes fortalezas, en la gente, en sus comunidades, en sus lugares amables y en su paisaje único e irrepetible, buscando mejorar sus servicios y reducir sus vulnerabilidades, hacerla incluyente y competitiva, donde sus moradores vivan a través de un paradigma compartido”.
Su vocación se hizo pragmatismo. Mérida exigía el concurso de sus mejores voluntades y el Dr. Lobo planteaba: “a las autoridades locales a crear y mantener en la metrópoli una cultura de sostenibilidad, implementar políticas, decisiones y legislaciones que alivien la presión sobre espacios vulnerables, encontrar soluciones seguras a los moradores en riesgo permanente, buscar con tenacidad la solución de las necesidades de vivienda, sanidad y educación…”.
Sin olvidar a Ejido
“Tierra de miel, flores y grandes amores”, aludía en modestia de una vena poética legada por la madre buena, lírica y músico que tomó lecciones del maestro Rafael Rivas. De Ejido lo llevaron a Mérida para inscribirlo en el Colegio San José y a los jesuitas debía la afición al fútbol como destacado jugador y años más tarde fervoroso hincha del Barcelona de sus amores. Evocaba los personajes de su mocedad: Julio César Dávila, Clodomiro Barrios, Luis Lares en La Hacienda El Pilar, Próspero Villamizar y su pirotecnia, Rafael Albornoz, el mago de los santos, Analio Contreras y su Salón Guayana o César el boticario.
En 1980 un viejo sueño lo llevó a fundar la Asociación de Hijos y Amigos de Ejido. De primer Presidente promovió la cultura, la educación y atinó apoyo a la Fundación Cultural El Pilar y el Instituto Universitario Tecnológico de Ejido. Sería Presidente de su Comisión Organizadora pues preveía que la ULA no podía atender la demanda a futuro, amén de dar formación intermedia y útil al ejidense. El Dr. William poseía holgura de trato e imantaba convocando voluntades.
Ciudad para la gente
Desde la Academia de Mérida impulsó su proyecto: Mérida Sostenible, una Ciudad para la gente, “para lograr la sostenibilidad de Mérida, fundamentada en su seguridad física y ciudadana, un necesario desarrollo urbano ordenado y eficiente, salud controlada y eficaz, expresión de cultura y de civismo, bella en arquitectura y en paisaje (..) un sitio de equidad social, de recreación y de diversidad para ir alcanzando niveles crecientes de calidad de vida”. Publicó 5 libros con un centenar de trabajos, de expertos en el tema ciudad, que es material para asesorar a quienes busquen el desarrollo sistémico de Mérida.
El domingo 23 de febrero de 2014 cumplió 80 años de edad y justo a la hora del conticinio, en el minuto más oscuro de la noche, se marchó este gran hacedor. Rodeado del cariño de su querida “Doña Isa”, la consorte amorosa y de sus hijos, a quienes escribió: “desde antes de nacer hasta más allá cuando pintan las canas, todo lo mejor es para ellos”, se durmió para despertar en el Señor. “Hoy sentimos el vacío que deja la ausencia de un maestro y amigo cercano, querido y respetado”, citó su discípulo Iván Chacón.