La ecología integral concibe a la Tierra y sus habitantes como una comunidad

Dos especialistas mexicanos, Miguel Angel López y Pedro Joaquín Gutiérrez, ambos del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Medio Ambiente y Desarrollo del Instituto Politécnico Nacional de México, visitaron Mérida para participar en las Jornadas de Ambiente y Desarrollo celebradas recientemente. El primero de ellos ofreció una conferencia titulada “Diagnóstico ambiental del parque ecológico Texcoco de México”, mientras que el segundo tuvo la responsabilidad de abrir las jornadas con el tema “El paradigma de la ecología integral en la gestión paisajística”.

Pedro Joaquín Gutiérrez, en el espacio radial “Aula ambiental” –conducido por la doctora Nancy de Sardi, coordinadora de la Comisión Universitaria de Asuntos Ambientales- explicó que la ecología integral considera al planeta Tierra y a la humanidad como una comunidad, es decir, son lo mismo y forman parte del universo, todo está interconectado y todos tenemos que cuidar de todos. De hecho, en la Carta de la Tierra se encuentra que "la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte".

La palabra ecología, según Pedro Gutiérrez, está muy difundida en el mundo, pero no se conoce su concepto esencial.  “Ya no podemos ver a un sistema natural desde fuera, como se hacía en los años 90 cuando se hablaba, por ejemplo, de gestión integral de cuencas, y el hombre se percibía desde fuera y la manejaba como si ésta no tuviera nada que ver con él o muy poco. El paisaje, por otro lado, es el componente indisociable del hombre, estamos metidos en el paisaje y lo que hacemos nos lo hacemos a nosotros mismos, no nos podemos salir, pues estamos dentro del planeta y el planeta sigue siendo el sistema”.

En esta entrevista Gutiérrez refirió también que el paisaje no es únicamente un campo donde pastan las vacas y otros animales (como casi siempre lo concebimos) y donde el hombre ha intervenido muy poco. “También tenemos otros como la selva, los mares profundos y hasta la ciudad, en donde está bastante modificado, pero igualmente allí hacemos nuestro paisaje. Cuando salimos del campo a la ciudad, por ejemplo, y llenamos nuestro jardín con plantas extraídas del sitio donde nacimos, creamos nuestro propio paisaje y allí, igualmente, se necesita una gestión muy especial porque, desde el punto de vista de la ecología, se trata de un trasiego de especies exóticas de un lugar a  otro que pueden conllevar a muchos cambios: alguna plaga, más o menos agua etc.”.

“La nueva ecología”, entonces, es una ecología de rizos porque no tiene jerarquía ni se conoce el nudo de su origen, es decir, pudo originarse en cualquier lugar, en las relaciones entre animales-animales, animales-plantas, animales-hombre.

Dos mexicanos en Mérida

El profesor Miguel Angel López, quien vivió en Mérida hace algunos años, ofreció su opinión –a petición de la doctora Nancy de Sardi- sobre la actual ciudad de Mérida y la comparó con la que él recuerda.

En primer lugar, como especialista en riesgos ambientales, indicó que se necesita actualizar un plan de desarrollo urbano de Mérida que incluya las crecientes dificultades de vialidad. “Se debe pensar en un sistema de transporte colectivo más eficiente, sé que existe el Trolebús, el cual puede ser útil para agilizar los traslados hacia la periferia, pero no sirve para la movilización hacia el interior de la ciudad”.

Su propuesta, en este caso, se basa en la construcción de puentes que permitan aéreos, además de la sustitución inmediata de las busetas destinadas para el transporte público, pues sus motores son altamente contaminantes.

Su colega, Pedro Joaquín Gutiérrez, es la primera vez que visita Mérida y admite que le cautivó su paisaje natural, pero no tanto el concepto físico. “Impresiona la belleza de ver la ciudad abajo a un mil 500 metros y el Pico Bolívar a más de 5 mil, es decir, hay que recorrer casi 3 kilómetros en línea vertical hasta el cielo. Lo más impresionante es que el crecimiento de esta ciudad tiene que ser en tubo, porque sólo tiene dos lados para crecer y eso la hace extremadamente riesgosa: si se están usando las laderas y moviendo montes, entonces los deslaves, las caídas y movimientos de tierras son los que deben apuntalar qué tipo de construcciones se deben hacer y qué paisaje se debe configurar”.