Promoción de educación ambiental y cultura ciudadana al rescate del Parque Albarregas


El Parque Metropolitano Albarregas, con sus 22 kilómetros de extensión y 612 hectáreas, posee el título de “Área de recreación a campo abierto o de uso intensivo…” según Decreto Presidencial 1.515 del año 1982.

Como tal decreto no ha servido de escudo para proteger este parque merideño de ocupaciones ilegales, descarga diaria de aguas residuales en el Río Albarregas, abandono de obras culturales y de recreación, desaparición y destrucción de áreas naturales y de la delincuencia; especialistas de la Universidad de Los Andes, identificados con su rescate, son los artífices del “Proyecto ULA Pamalba”, cuyo objetivo es orientar el ordenamiento territorial y el desarrollo integral de este estratégico espacio de la ciudad (tomado de www.parquealbarregas.ula.ve).

Dentro de este proyecto se inscribe otro igualmente importante que lleva por nombre “Programa de Educación Ambiental y Cultura Ciudadana para la zona norte del Parque Metropolitano Albarregas”, diseñado por Gladys Cáceres, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales e integrante del Grupo de Investigación sobre Agricultura, Gerencia y Ambiente (Gisaga), y Nancy Freitez de Sardi, coordinadora de la Comisión Universitaria de Asuntos Ambientales y jefa del Departamento de Medicina Preventiva y Social de la Facultad de Medicina.
 
Estrategias

Las líneas de investigación del Proyecto ULA Pamalba son Restauración ecológica, Habilitación urbana, Prevención y atención de riesgos, Promoción del capital social, Apropiación del parque como espacio público, Participación de la iniciativa privada y Educación ambiental y cultura ciudadana… y es precisamente dentro de esta última que se inscribe el plan al que hoy hacemos referencia.

"La educación ambiental –explica Gladys Cáceres- es un proceso permanente que busca generar conciencia en las comunidades para un desarrollo sostenible y ofrece conocimientos y herramientas para que éstas tomen decisiones que generen cambios favorables a su entorno y su calidad de vida”.

La cultura ciudadana, en cambio, es definida como un conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia urbana, conducen al respeto del patrimonio común y guían hacia el reconocimiento de los derechos y deberes de los ciudadanos.

Ambas estrategias tienen dos metodologías distintas: la educación ambiental, si bien está dirigida a escolares, universitarios y público en general, se desarrolla en áreas limitadas y con el apoyo de herramientas particulares como, por ejemplo, sistemas audiovisuales. La formación de cultura ciudadana, en cambio, se traslada a espacios más amplios y promueve un autocontrol que permita a las personas respetar sus deberes y derechos, llegar a públicos masivos a través de trípticos, vallas, programas de radio y TV o mensajes publicitarios.

“En Bogotá, por ejemplo, a fin de prevenir los accidentes de tránsito y generar cambios en el colectivo, repartieron camisetas los fines de semana con un mensaje escrito: ‘Hoy no consumo alcohol’ y las entregaron especialmente a las personas encargadas de conducir”.

Proyecto piloto

Desde La hechicera, pasando por Santa rosa, La Milagrosa, El Amparo, Los Chorros de Milla y hasta Santa Ana, es la zona escogida para desarrollar un programa piloto  que permita cuidar y proteger al Parque Metropolitano Albarregas.

“Se tiene previsto instalar un conector de aguas servidas desde La Hechicera, es por eso que queremos que los habitantes de esas zonas mencionadas entiendan que no sólo se limpiará el Río Albarregas, sino que ellos mismos son los garantes del mantenimiento y conservación del parque en general. Estamos hablando de casi 14 mil personas, de las cuales, casi 8 mil forman parte a la ULA. Las estrategias pedagógicas no tienen que ser sofisticadas, al contrario, deben tomarse de las costumbres y cultura de las comunidades, a fin de que éstas se identifiquen y adopten nuevas formas de pertenencia y mantener su calidad de vida”.

Este proyecto se encuentra ya en el Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico, Tecnológico y de Arte de la ULA (Cdchta) pero, para ponerlo en práctica, se necesita un co-financiamiento entre la universidad y otras instituciones como Fundacite-Mérida y el Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias, cuyos representantes ya lo tienen en sus manos.

“Nuestro deseo es desarrollar el programa piloto en la zona norte de Mérida y luego replicarlo en las comunidades ubicadas a lo largo del Parque Albarregas. Nuestro deber es ofrecer al merideño un área segura para caminar, sentir la naturaleza, leer, andar en bicicleta o hacer ejercicios; enseñarle a cuidar el parque y lo más importante: exigir a las autoridades que rescaten este espacio público”.