El pulmón de Mérida está herido
Salvarlo es cuestión de vida o muerte para los habitantes de la ciudad. Bucares, higuerones, bambúes y otras especies, son las que reciclan el aire que respiramos quienes vivimos en la, cada vez más caliente, capital emeritense. El Jardín Botánico aporta su grano de arena.
Juan Carlos Gaviria y Néstor Gutiérrez, director general e investigador, respectivamente, del Centro Jardín Botánico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes, recorrieron palmo a palmo las más de 600 hectáreas que componen esa franja verde que discurre, río por medio, desde La Hechicera en el Municipio Libertador, hasta la zona de Zumba y La Vega en el Municipio Campo Elías, por todos conocida como Parque Metropolitano Albarregas.
La intención de ese recorrido fue hacer un análisis y valoración de la vegetación del área natural, protegida como tal por diferentes instrumentos jurídicos desde 1979, que pueda servir de base a proyectos de estudio y recuperación del parque, que es uno de los propósitos de la Oficina Parque Metropolitano Albarregas (Pamalba), creada por la Universidad de Los Andes hace pocos años con el objetivo de unificar criterios, ideas y proyectos de recuperación y puesta en valor de la zona.
“Este proyecto de análisis y valorización de la vegetación del parque Albarregas forma parte de un programa general de la oficina Pamalba de diagnóstico y puesta al día de los factores que están influyendo dentro del parque, para entender sus problemas, necesidades y posibilidades. Analizamos todos los problemas geográficos, humanos, físicos, de vegetación, de viviendas, de intervención, es decir -explicó Gaviria- se hizo un inventario completo de todo lo que está ocurriendo en esta zona de la ciudad. Entre ellos, uno de los más importantes es la vegetación”.
El resultado es que en el Parque Metropolitano Albarregas están ocurriendo muchas situaciones. Muy pocas buenas, como por ejemplo, los procesos de protección que la Universidad de Los Andes, mediante sus facultades y dependencias ubicadas en el área, como el propio Jardín Botánico, han desarrollado dentro de la zona del parque que le compete, que es bastante.
Pero otras, lamentablemente, no tan buenas. Factores humanos, demográficos y económicos atentan cada vez más contra esa zona verde que separa a la ciudad en dos “bandas”, como popularmente decimos los merideños.
La figura legal
Desde 1979 se ha tratado de establecer “un parque recreacional de carácter metropolitano, ofertante de espacios adecuados, para la sana recreación y el esparcimiento, regulando su ocupación y preservando el paisaje existente, pautando acciones para su saneamiento, y para mejorar las condiciones ambientales de la ciudad de Mérida y su área metropolitana”, como está definido en varios de los proyectos.
Decretos regionales y nacionales dan cuenta de ello, como el Presidencial número 194 de julio de 1979, donde se le define como “Área crítica con prioridad de atención de tratamiento de la cuenca Río Albarregas”, y ordena, entre otras cosas, dictar un reglamento para la defensa, conservación y mejoramiento del área.
También existe un decreto del entonces Distrito Libertador del mismo año, que crea el “Parque del Río Albarregas”, el cual asigna uso de toda esta área como zonas verdes y de recreación y crea una Comisión Interinstitucional para desarrollar el Parque, prohíbe cualquier tipo de construcción distinta a las necesarias para los fines propios del mismo y ordena demoler las que se hagan en contravención (orden que, obviamente, no se cumplió).
El Decreto Presidencial número 1.515 de junio de 1982 crea el “Área de recreación a campo abierto o de uso intensivo Parque Metropolitano Albarregas”, con una superficie de 612 hectáreas (200 más que las de los dos primeros decretos) y ordena construir un parque recreacional llamado “Parque Metropolitano Albarregas” para fines de ornamentación, embellecimiento, saneamiento ambiental, esparcimiento y bienestar de la población, y efectuar las negociaciones y expropiaciones totales o parciales según los casos, para construir la obra del parque.
Tristemente para la ciudad y sus habitantes, a estos decretos se les ha hecho caso omiso.
La Oficina Pamalba nació como iniciativa de la ULA, recuerda Juan Carlos Gaviria, un tanto para hacer valer estas disposiciones y reunir técnicos y especialistas que, dentro y fuera de la universidad, han presentado proyectos sobre el Parque Metropolitano Albarregas, para unir esfuerzos y voluntades, públicas y privadas, entre la universidad y los gobiernos locales, regionales y nacionales, a los fines de poder, por fin, brindarle a los merideños un parque como lo soñaron quienes lo vislumbraron como tal desde los años 70. Aun es tiempo de hacer algo.
Árboles que ofrecen vida
Juan Carlos Gaviria y Néstor Gutiérrez se valieron de fotografías aéreas para determinar las manchas verdes de vegetación dentro del área del Parque Metropolitano Albarregas, para luego comprobar, en el campo, mediante diferentes metodologías, las unidades de vegetación que quedan dentro del área.
De las 612 hectáreas que tiene el parque entre los municipios Libertador y Campo Elías, 402 aún tienen vegetación, el resto corresponde a construcciones.
Las unidades de vegetación que aún se mantienen dentro del parque están compuestas por bosques altos, medios y bajos, matorrales altos, bajos y medios dominados por arbustos, herbazales, pastizales, cañaverales, gramíneas invasivas (vulgarmente denominadas como monte), áreas bajo manejo intensivo, como zonas de agricultura, y vegetación especial asociada a edificaciones e instituciones.
Un resumen del trabajo de Juan Carlos Gaviria y Néstor Gutiérrez señala que “el crecimiento urbano afecta el entorno natural con graves consecuencias en la biodiversidad y las funciones ecosistémicas. La ciudad de Mérida no escapa de este proceso siendo el Parque Metropolitano Albarregas uno de los pocos relictos de bosque continuo del área urbana. Su conservación requiere un plan de manejo adaptado a las condiciones actuales de la ciudad y el parque”.
En total se diferenciaron 13 unidades de vegetación que cubren 65 por ciento del área del parque, siendo el bosque la unidad de mayor representación, y se identificaron 67 especies (imposible nombrarlas a todas). Los expertos encontraron valores de diversidad de moderados a bajos y es el bosque alto la unidad con mayor variedad.
Entre estas especies, Gaviria y Gutiérrez, resaltaron el bucare y el higuerón, árboles ancestrales que están allí desde las épocas en que las riberas del Albarregas eran utilizadas para el sembradío de café, que requiere de sombra para su cultivo.
Estas especies de copa alta son, precisamente, las que le brindan al parque su importancia, por su capacidad de reciclar el aire contaminado que hoy emana de la ciudad de Mérida debido al crecimiento del tráfico automotor, la deforestación circundante y el cambio climático.
“La importancia del parque no está tanto en su biodiversidad como tal -nos explica Gaviria- sino en que estas especies tan cercanas a la ciudad, funcionan como aires acondicionados y a la vez filtros para la contaminación que la urbanización genera. Si estos bosques altos desaparecen, sería mortal para los merideños”.
“Las características de la vegetación, su ubicación y la disposición a lo largo de la ciudad, confieren al parque cualidades que podrían aprovecharse en la estructuración de un corredor verde que puede integrarse en un plan de manejo y conservación de áreas urbanas, que sirva para la protección, esparcimiento público, transporte y, a la vez, permita combatir los efectos de la urbanización”, concluye el resumen.
El parque: ¿un botadero de desechos?
En el trabajo de campo efectuado por los expertos del Jardín Botánico de la ULA, no sólo corroboraron que ese bosque que está al ladito de nuestra ciudad -y que miramos como patio trasero- está conformado por una diversidad florística variada, que incluye bromelias y hasta orquídeas. También que la falta de educación ambiental de muchos merideños alcanza límites increíbles.
Extensas zonas del Parque Metropolitano Albarregas han sido tomadas como vertederos de todo tipo de desechos y escombros de construcciones. A lo largo de toda la franja existen empresas de autolavados cuyas aguas contaminadas de residuos tóxicos caen directamente al parque y luego al río Albarrregas.
La quebrada del propio Jardín Botánico -área inserta dentro del parque Albarregas- es víctima de estos autolavados que se ubican en la zona de La Hechicera, sin que las autoridades a quienes compete hayan hecho algo por remediar la situación.
Otras zonas han sido deforestadas para sembrar cultivos agrícolas y en otras, abierta y descaradamente, se están construyendo edificaciones ¿Alguien dijo conciencia ambiental?.