TULIO HERNÁNDEZ: “ESTAMOS VIVIENDO EL TERCER GRAN FRACASO DE LA ERA POST ‘58”

En la lucha contra las dictaduras se plantea el recurso de la clandestinidad, los mecanismos insurreccionales y subversivos. En la democracia, las luchas se gestan haciendo política, tal como se hace en Brasil, en Chile, en Perú, en donde hay partidos bien organizados.
Pero ¿Cómo luchar contra el autoritarismo del siglo XXI?, es una gran interrogante que Tulio Hernández no la tiene resuelta.
Este reconocido sociólogo, ensayista, escritor, editor y analista político, hizo sus aportes visionarios en el reciente Encuentro por la Unidad y la Democracia, realizado en la ciudad de Mérida entre los día 20 y 21 de noviembre.  Hernández hilvanó la ruta que lleva hacia el control de la ciudadanía y  la regimentación de libertades.
Hernández alude la necesidad de aprender a hacer política, a tener una imaginación política, que ayude a enfrentar el autoritarismo del siglo XXI.
Porque en condiciones como las nuestras, dos más dos no es cuatro.

¿Cómo evalúa la movilización de los venezolanos que se oponen a la instauración de un proyecto distinto a la esencia democrática?

-Hasta ahora sólo hemos actuado con reacción porque somos defensores de la democracia, porque no vamos a aceptar la imposición de un modelo autoritario que frene, lo que ya ha costado tanta sangre a este país en su construcción.
Pero no hemos logrado la otra parte que es el pro, no el anti. Y es la construcción de una nueva idea de sociedad, de una nueva idea de la economía, y una nueva idea del propio capitalismo o de una economía de mercado, de una nueva idea de la política que sea comunicable y que le transmita al ciudadano común, la idea de que si pierde al “Papá Chávez”, no queda en el desamparo porque hay un proyecto alternativo que tiene, entre otras cosas, el arrebatarle a Hugo Chávez, las banderas de la justicia, la bandera de la equidad, la bandera del compromiso con los pobres.

¿Acaso hay algo que le debamos reconocer a Hugo Chávez como figura política?

-Sí, hay cosas que reconocerle al proyecto y sobre todo a la retórica de Chávez  que son tres: La primera es el reencatamiento de la política, que había sido abandonada por los mismos partidos como actividad. En Venezuela ser político, era ser ladrón, era ser corrupto. Lo que debería ser la actividad más noble de la humanidad y de las personas, pues es la única actividad que influye de manera directa en la vida de los demás, fue abandonada y castigada.
Chávez logró reencantar la política, tanto para quienes le siguen como para quienes le adversan.
La segunda es la reinserción de los pobres, como protagonistas de la vida política y sobre todo el reconocimiento afectivo o reconocimiento de horfandad a la que habían sido condenados en las últimas década del bipartidismo.

En tercer lugar, la prédica y la reeducación política de la gente en relación con la existencia de derechos y la necesidad de defenderlos.

¿Que piensa de las percepciones de sectores político ante las bajas y alzas de la popularidad de Chávez?

-Cuando baja el apoyo a Hugo Chávez y a su proyecto, eso no significa un ascenso inmediato o  directo de la oposición.
Cuando baja Hugo Chávez, no necesariamente ese desencanto se va a la oposición, entre otras razones por el liderazgo mesiánico. Pero entre otras, porque mucha gente siente que no hay una oferta alternativa o un proyecto político que lo emocione.
Cuando digo proyecto político no me refiero a un grupo de intelectuales que nos encerramos y hacemos en un libro cómo hacer las políticas internacionales, cómo hacer las políticas petroleras, cuál va a hacer la política educativa. Cuando digo proyecto político me refiero a una oferta concreta que movilice la voluntad política.

¿Cómo salir de este trance llamado revolución?

-Para salir de esto, hay que hacerlo democráticamente. Necesitamos construir un proyecto, un discurso y un pensamiento, de forma que este discurso y el proyecto sean auténticos y que efectivamente toque el tema de América Latina, que es el gran tema de este momento.
Es decir, la forma de resolver el problema de la pobreza, de la inequidad,  de las desigualdades, sin sacrificar las libertades mismas. Esta vertiente pulsa la responsabilidad que le corresponde a los intelectuales, a los académicos, a las universidades, que es pensar seria, profundamente en los grandes temas a los cuales aún no hemos dado dedicación, por estar entretenidos en pelearnos con Hugo Chávez.

¿Hasta qué punto hemos ido de fracaso en fracaso?

- Estamos en el intento de corregir la crisis de la democracia cuyo déficit se hizo evidente a partir del único gobierno, por suerte, de Jaime Lusinchi.
Posteriormente vivimos el fracaso del proyecto del “Gran Viraje”, en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, que fue mucho más económico que político. El segundo fracaso fue  el periodo de Rafael Caldera, cuando el país optó por la restitución más que por un salto adelante.
Lo que no debemos olvidar es que Hugo Chávez, es el síntoma, no la enfermedad, Hugo Chávez es la fiebre o el vómito, pero no es la enfermedad. Esta es una sociedad que viene enferma hace mucho tiempo y en este momento estamos viviendo el tercer gran fracaso.
Un tercer fracaso signado por el Estatismo, el autoritarismo, con fórmulas económicas atrasadísimas cuya inviabilidad ya fueron probadas hasta el cansancio en el siglo XX.

Recuperación

Para Tulio Hernández, son tres fracasos cometidos y dirigidos por venezolanos de distintas ideologías. El presente, es el cierre de un ciclo de extravío con doble tarea: una es recuperarnos de las ruinas precoces de la segunda etapa del bipartidismo, recuperarnos de las ruinas fatales, morales y económicas que dejará el proyecto chavista. La otra es arrancar y retomar el hilo perdido del proyecto de democracia inconclusa que desde los años 30 y 40 empezaron a forjar venezolanos destacados de nuestra historia contemporánea.
Aseveró que es de esta forma, como los venezolanos debemos ajustarnos a las exigencias del siglo XXI y en medio de un continente en donde los sectores populares cada vez tienen más conciencia de sus derechos. Es de esta forma como se puede terminar de construir lo que de alguna manera, tanto ha costado a los venezolanos, como lo es una sociedad que sea justa, que sea equitativa, pero sobre todo, profundamente democrática, donde la convivencia entre los diferentes, sea lo normal y no la excepción

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