Vive La ULA: La universidad todavía permite crecer

 

Carlos Moreno, personal administrativo y docente de la Universidad de Los Andes agradece todo lo vivido y aprendido en la universidad y, con énfasis, dice que la ULA permite crecer y ser útil a la sociedad.

Con 38 años y casi 20 en la universidad, este licenciado en historia, educación, profesor en la carrera de comunicación social y locutor de la primera cohorte de la ULA en esa área, proyecta su vida en esa máxima casa de estudios, como tantos que superan los 40 años de servicio.

Inicios

Carlos Moreno con emoción recuerda que comenzó como estudiante, en la prueba de admisión no fue seleccionado para la carrera de sus sueños, Ciencias Políticas, sino para Historia, la que comenzó a cursar con el deseo de cambiarse, pero se enamoró de la carrera y la concluyó.

Nos comenta cómo disfrutó su vida de estudiante, gracias a todos los beneficios que le ofrecía la universidad. 

Conoció los 23 municipios merideños por el pasaje estudiantil, los lentes se los daba la Dirección de Asuntos Estudiantiles, Daes, vivió en las residencias Domingo Salazar, comía en el comedor estudiantil y además fue beca trabajo.

Agradece infinitamente a la ULA sus dos carreras, pero lo que más le emociona es traer a la memoria el regalo de grado que le dio, ofreciéndole un contrato a medio tiempo en el área de investigación en la Cátedra Simón Bolívar de la Facultad de Humanidades.

“Recuerdo que saliendo del Aula Magna me abordó el profesor Luis Caravallo y me dijo: aquí tiene su contrato”

Administrativo y profesor

Moreno concursó como profesor y actualmente comparte su tiempo como trabajador administrativo encargado del área cultural de la facultad de Humanidades y docente en el departamento de Comunicación Social de esa facultad.

“Es lo mejor que me ha pasado y no me cambio por nadie” asegura cuando se refiere a su experiencia en la docencia.

No se come

Durante casi dos décadas en la universidad, recuerda la época de bonanza pero también los duros momentos que se han vivido en todos los aspectos.

Hace más de dos años, comenzamos a ver profesores y demás personal bajar de talla y peso, por lo que con un acto de solidaridad y con el aporte de muchos se comenzaron a ofrecer almuerzos que los mismos profesores y demás personal, preparaban en el área del cafetín.

Reconoce que también ha vivido duras pruebas y ha tenido que reinventarse haciendo muchas cosas para sobrevivir, pero sin abandonar a la Universidad porque aunque con pasión no se come, dice que esa pasión es la  que me permite desarrollarme como profesional.

“Vendo perros calientes, entre otras actividades, porque el trabajo honra ¿Quién dijo que por vender comida eres menos profesor o doctor? además que no está prohibido, siempre cumplas con la ULA” (Prensa ULA/NP/ 6.549).

 

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