"La Universidad sobrevivirá y debemos repensarla ahora"

 

El 16 de septiembre de 1810 se leyeron los oficios dirigidos al Ayuntamiento de Mérida por las Juntas Supremas de Santafé, Caracas y Barinas, traídas por el emisario don Luis María Rivas Dávila; los habitantes de Mérida se habían reunido en la esquina que formaban la Plaza Mayor (hoy Plaza Bolívar), la Casa Consistorial y el Paraninfo de la Universidad de Los Andes (avenida 3 con calle 23), en donde se decidió adherirse a la causa común declarada por las provincias. De esta manera Mérida se independizaba de Maracaibo, ciudad que había asumido la capitalidad provincial en 1676, y del Gobierno de Cádiz, instalado a raíz de la abdicación de Fernando VII.

Cinco días después, el 21 de septiembre de 1810, la Junta Gubernativa de Mérida aprobaba su primer decreto, otorgándole al Seminario el Título de “Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros”, creando así, en palabras del profesor Mariano Nava “la primera universidad fundada en Latinoamérica por latinoamericanos, la primera de la Venezuela independiente”, pero además, señalando el camino que marcaría el devenir de una ciudad estrechamente vinculada con el quehacer universitario, académico e intelectual, con todo lo que ello representa desde el punto de vista de los valores y los principios asumidos por la sociedad. Con este decreto coexisten entonces la Universidad y el Seminario, en la misma sede y con el mismo Rector.

Han transcurrido 219 años y, en medio del colapso político, económico y social que ha producido el socialismo en Venezuela, la Universidad de Los Andes continúa abierta, formando profesionales y manteniendo vivos los valores de democracia y libertad que le han caracterizado a lo largo de su historia, transmitiéndolos a las generaciones con la esperanza de ser punto de renacimiento de la nación próspera y respetuosa que la mayor parte de la sociedad anhela.

El Rector Mario Bonucci reflexiona en torno al significado que tiene esta fecha para la Universidad y para Mérida. “Lo primero que quisiera señalar es la importancia que los merideños han dado a su universidad a lo largo de la historia. Es muy significativo que en medio de las circunstancias que se vivían en 1810 haya existido un grupo de ciudadanos que priorizaron la academia y la formación intelectual por sobre muchas otras cosas”.

Bonucci resalta que desde entonces Mérida se ha desarrollado en torno a la Universidad de Los Andes, al punto que no resulta atrevido afirmar que todas las familias merideñas tienen vinculación con la institución, sin embargo, las condiciones regionales, nacionales y globales han cambiado, haciendo que la universidad pase a ser uno de varios centros en torno a los cuales gira la vida merideña, sin que ello signifique que haya perdido importancia.

“La Universidad de Los Andes, contrariamente a lo que muchos piensan, ha sido una institución dinámica que ha logrado adaptarse a nuevos tiempos y ha superado obstáculos de todo tipo, y con esto me refiero a enfermedades, guerras, terremotos y el constante asedio del poder de turno, que ha visto siempre en la actitud crítica y contestataria de la universidad, más que un aliado a quien escuchar, un enemigo al que debe callar”, expresó Bonucci.

Recrdar las vicisitudes de la ULA ha sido parte del discurso del Mario Bonucci a lo largo de sus 11 ejerciendo el Rectorado, “lo he dicho siempre, y con ello quiero plantear una muestra de esperanza sobre la certeza de que la universidad superará las circunstancias actuales en donde su presupuesto ha sido virtualmente eliminado y buena parte de su comunidad se ha visto forzada a buscar otros caminos para su supervivencia”, dijo, a la vez que reconoce que esta es tal vez la situación más dura que ha atravesado la universidad, “no es sólo la ULA, son todas las universidades, es todo el país; esta es muy probablemente la situación más tortuosa que ha habido en la historia de Venezuela por muchos factores, una situación que se ha convertido ya en un problema continental”.

Aunque es posible imaginar muchos escenarios, el futuro de la universidad al igual que el del país resulta incierto. Es difícil prever el accionar de una comunidad cuya mejor estrategia de resistencia en este momento es simplemente sobrevivir, apegados a los principios y los valores que han dado vida a la universidad a lo largo de su historia como si de una tabla espiritual se tratara, mientras flotan en medio de un mar alebrestado por las injusticias de quienes se aferran al poder.

 “La sobrevivencia de la universidad no habría sido posible sin los valores que nos heredaron. Sin ellos esta institución se habría transformado en un centro de adoctrinamiento”, afirma el Rector, sin embargo continúa, “pero la universidad debe repensarse, no solamente frente a lo que significa resistir el constante asedio del autoritarismo, sino también frente a un mundo que ha cambiado, que requiere profesionales con nuevas actitudes y aptitudes, sin que ello signifique renunciar a nuestra esencia, esa misma que nos ha mantenido vivos”.

Para Bonucci los universitarios deben reflexionar en torno a nuevas estrategias de resistencia, considerando que el panorama ha cambiado para todas las partes. “Hay cansancio en todos los ciudadanos y frente a ello es necesario plantear nuevas estrategias, miradas resilientes que proyecten cambios reales, pues el país se nos está yendo de las manos mientras esperamos una solución milagrosa”.

De manera puntual, el Rector insiste en la necesidad de no abandonar la universidad, procurando su refundación cada día desde las acciones individuales de cada universitario, “ha sido el accionar de los universitarios, más allá de las autoridades de turno, lo que le ha valido la fama y el reconocimiento a esta institución; pues bien, este es el momento de cada uno de nosotros: cada docente que imparte su cátedra con sacrificio está haciendo un mejor país en sus estudiantes, cada trabajador que permite el funcionamiento de la universidad está construyendo el mejor país, pero sobre todo, está impidiendo que Venezuela termine de perderse en la oscuridad”.

“No busco negar la realidad al procurar esperanza o ánimo en la comunidad, por el contrario, considero que estas emociones son necesarias precisamente por la realidad existente, ya que carecer de ellas significa rendirse, paralizarse, claudicar, y así permitir que quienes quieren ver a la universidad cerrada o deformada ganen”, dijo el Rector haciendo un llamado a todos los merideños  a pensar en sus vínculos con la ULA y a imaginar qué será de esta región si su casa de estudios desaparece. (NE/PrensaULA/CNP 18728)

Categorías: