El Control del NURR
El Control del NURR
Dr. Eric Brown
Vicerrector Decano del NURR
Ha señalado el Rector de la ilustre Universidad de Los Andes “que se perdió el control del Nurr”; esto a raíz del último suceso de violencia acaecido el martes nueve de julio, cuando un grupo comando de siete individuos encapuchados y armados perpetraron en la Villa Universitaria una acción delictiva que tiene trazos que permiten ligarlos a otros eventos de igual calibre como la quema de los vehículos de nuestro coordinador Administrativo, de nuestro ex jefe de vigilancia, y la del vehículo asignado al vicerrectorado del NURR. Hechos que comparten, según nuestra percepción, el mismo modus operandi que condujeron a los destrozos del vehículo de uno de los profesores del Departamento de Ciencias Sociales, al vil ataque a nuestra nutricionista en el comedor universitario y otra serie de eventos no menos importantes contra la integridad física de estudiantes, empleados, obreros y profesores ocurridos en los últimos cinco años. Al respecto debo coincidir con el rector, siempre y cuando se asuma también como pérdida de control de la Universidad de Los Andes en Mérida los hechos de violencia ocurridos en la capital merideña en ese mismo lapso. Porque si la memoria no me falla, en ese mismo lapso han ocurrido reiterativamente actos de violencia que la universidad ha sido incapaz de evitar. Me refiero, entre otras, a las constantes tomas de espacios universitarios cada vez que se reeditan las Ferias del Sol; en dichos casos ha sido imposible evitar que grupos de individuos fuertemente armados se apropien de unos espacios durante la ocurrencia de las ferias para usufructo personal con el alquiler de estacionamientos con baño y todo. También se puede sumar a esta pérdida de Control por parte de los universitarios, el dominio sobre las Residencias Domingo Salazar en la cual no fue DAES, como correspondía, sino otras personas quienes por varios años asignaban los cupos a los residentes; tal fue el caos que el Consejo Universitario tuvo que decretar esas áreas de libre tránsito, y solo la muerte de algunas personas involucradas o no al tráfico de drogas permitió una intervención de las fuerzas del Estado para su recuperación y pacificación. De esta pérdida de control no se ha salvado ni el Consejo Universitario, donde individuos han irrumpido y violado la santidad de dichos espacios sin recibir aun medidas disciplinarias a pesar de la existencia de cámaras de vigilancia, reconociendo que en dicho caso han participado Tirios y Troyanos.
En un país fuertemente polarizado no hay inocencia en los discursos, y mucho menos en el de autoridades que se deben a una comunidad, esos discursos también obedecen a las necesidades de unos y otros de posicionar su visión de los problemas, por lo que son captadas por la comunidad como referentes contextuales ante las dificultades que la aquejan. Por ello me veo en la obligación de fijar posición ante los discursos que sobre el origen y consecuencias de la violencia se dejan colar con apreciaciones tales como: “Se perdió el control del NURR” y otros más sugestivos que sobre el tema esgrimen algunos voceros interesados. Por ello le pregunto a la comunidad universitaria ¿quién tiene el control sobre la violencia en la universidad? ¿ Pueden los universitarios contar con un sistema represivo eficiente que les permita establecer un control efectivo de los brotes de violencia?, si la respuesta es negativa entonces ¿cómo se le puede exigir a una autoridad universitaria que la violencia no se salga de control? Afirmar que la ocurrencia de hechos de violencia en unos casos signifiquen la pérdida de control institucional en unos sitios y en otros no, denota un interés en descalificar el desempeño de unos y no de otros. Y eso no es justo ni razonable.