La papa nativa de los páramos venezolanos, o papa criolla o negra como también se le conoce, significa para el andino que aún la cultiva un modo de vida y una cultura ancestral, un recurso cuya pérdida significa también la desaparición de costumbres y tradiciones que se han conservado desde hace siglos por diferentes generaciones.
Rescatar este recurso es sólo uno de los objetivos del trabajo de investigación “Papas Negras, Papas del Páramo, Un pasivo socioambiental de la modernización agrícola. ¿Es posible recuperarlas?”, realizado por las docentes e investigadoras de la Facultad de Ciencias de la ULA, Liccia Romero y Maximina Monasterios.
La importancia del proyecto, aún en proceso, las hizo merecedoras del Premio Regional de Ciencia y Tecnología que anualmente otorga Fundacite-Mérida, Mención Mejor Trabajo Científico en Ciencias Agronómicas y Ambientales.
Ambas docentes pertenecen al Instituto de Ciencias Ambientales y Ecológicas, Icae, de la Facultad de Ciencias, dependencia que, a propósito, recibió la Subvención Premio a Grupo de Investigación, como reconocimiento a sus 40 años de trayectoria.
“Papa y andino conforman una estructura biocultural -explicó la profesora Liccia Romero en el programa Voces de la ULA que transmite la FM universitaria- que resume un recurso genético y biológico en simbiosis con una comunidad sociocultural muy particular. Estamos hablando de que a escala continental, existen cinco mil variedades nativas, fundamentalmente en Perú y Bolivia, que se consideran los centros de origen de máxima diversificación de la especie y de mayor desarrollo cultural alrededor de su cultivo. Venezuela tiene el mérito de que fue la tierra de avanzada hacia Los Andes húmedos de la diversificación de la papa. Contamos con un producto biocultural de, por lo menos, dos especies y un número aún desconocido de variedades, que constituye un patrimonio biológico, cultural e histórico para nuestro país”.
La extrema dependencia de la semilla de papa importada -de mayor comercialización como alimento masivo pero más propensa al ataque de plagas y al uso de fertilizantes nocivos- hizo prácticamente desaparecer la papa negra del páramo andino, la cual quedó en el vocabulario del campesino apenas como una referencia de su cultura. Liccia Romero y Maximina Monasterios se plantearon una línea de investigación para identificar qué había pasado con la papa nativa, y si aún se cultivaba en algún lugar de los páramos andinos.
“Así comenzó toda una alianza con el campesino que se hacía las mismas preguntas, y se inició un proceso de indagación para ir descubriendo dónde estaban, aún, especies de papa propias del páramo andino venezolano. Buscamos en sitios no tradicionales como cuevas de almacenamiento, antiguas parcelas de trigo, entre otros, y surgió del campesino la necesidad de ir al reencuentro de esas papas. Una vez encontradas, se inició el proceso de reconstrucción de ensemillado y la siembra en pequeñas huertas familiares”.
“En estos momentos estamos, junto con los campesinos, en la etapa de construir el sistema de manejo de la semilla de papa negra, que es diferente al de la papa importada comercial -anunció la profesora Romero- en sitios como el Páramo de Gavidia, en el municipio Rangel, la Cañada de Chinó, en el municipio Pueblo Llano, ambos de Mérida y, por supuesto, en el sitio que fue el hogar tradicional de la papa negra andina venezolana, como es el Páramo de Tuñame, en Trujillo.