Taller de Títeres y Marionetas quiere ser patrimonio cultural

Luis Américo Flores, coordinador del Taller de Títeres y Marionetas. Detrás de él, la Parranda Andina de Marionetas de Mérida. Foto: María Daniela Obando.

 

 

Luis Américo Flores: «El Taller de Títeres y Marionetas debería ser declarado patrimonio cultural de Mérida»

Por: Maria Daniela Obando

 

El Taller de Títeres y Marionetas de la Dirección General de Cultura y Extensión de la  Universidad de Los Andes (ULA) comenzó su recorrido por las calles de Mérida en 1968 por iniciativa del titiritero, poeta y narrador argentino Javier Villafañe, quien impartía cursos sobre la elaboración de títeres y hacía funciones al aire libre, en parques y plazas.

Eventualmente, Gustavo Rivas, Humberto Rivas y Betty Osorio se convirtieron en sus pupilos y las primeras personas en formarse en el arte titiritero. Juntos consolidaron el Taller de Títeres y Marionetas como un establecimiento de la Dirección de Cultura de la ULA en 1978.

Su primera sede se ubicó en Aguas Calientes, en Ejido, donde comenzaron a elaborar su proyecto conocido como el pesebre andino. 

A inicios de los ochenta se trasladaron a una casa esquinera de la calle 34 en la avenida 4, Bolívar, rentada por la Dirección de Cultura dela ULA, donde presentaron por primera vez esta parranda de marionetas. 

No obstante, debido a la devaluación de la moneda en 1983, la universidad dejó de pagar el alquiler, por lo que el Taller de Títeres y Marionetas terminó en un depósito en el Sector Campo de Oro, antiguo comedor de las residencias masculinas de la ULA. 

Pero gracias a la gestión de los titiriteros Rivas y Osorio, se logró transformar este espacio en un centro cultural para promover el teatro de títeres y hacer presentaciones tres veces por semana a distintas escuelas del estado Mérida.

Actualmente, el Taller de Títeres y Marionetas consta de cinco divisiones, en la primera se aprecia la gran Parranda Andina de Marionetas, la cual contiene más de 100 marionetas que danzan bajo la luz de los reflectores, tocan campanas o saltan la cuerda, esta hace alusión a la ciudad de Mérida hace 50 años atrás. 

Alberga personajes típicos de aquella época, como Amador, algunos de los primeros payasos de la ciudad como "Cascarita" y “Venturita”, el rector universitario Pedro Rincón Gutiérrez, Juan Félix Sánchez, entre otros. 

Dado que la primera parranda que elaboró el Taller de Títeres y Marionetas, veinte años atrás, se asemejaba a un pesebre, cada diciembre se hacían colas de turistas y merideños para entrar a verla. 

El ticket para entrar tenía el valor de 1 bolívar.

La segunda división contiene un pequeño museo donde se les enseña a los visitantes distintas técnicas para elaborar títeres y marionetas: títeres de guante, títeres de media, títeres de varilla, títeres de mesa, marionetas bunraku y máscaras. 

Después de conocer esta sección los niños o visitantes pasan al salón de espectáculos, donde tienen la oportunidad de ver una función de títeres.

Aunque el recorrido termina ahí, del otro lado del recinto hay una pequeña biblioteca con guías sobre títeres, cuentos y libros de música, esta conecta con una puerta que da entrada al taller donde se fabrican los personajes que luego llevarán historias y risas a los niños. 

Es fácil encontrar a Luis Américo Flores, quien es licenciado en Pedagogía Alternativa, mención Títeres, en esta parte del taller creando o restaurando títeres para sus próximas funciones.

Siempre muestra una alegre disposición junto a Alberto Arellano, su único compañero actualmente en el taller, a conversar sobre su gran pasión hacia el arte titiritero.

—¿Cuántos años lleva al frente del Taller de Títeres y Marionetas?

—Tengo ocho años como coordinador del Taller de Títeres y Marionetas, asumí este cargo en el 2015 justo después de que mi compañero Gustavo Rivas falleciera. Sin embargo, he estado aquí desde hace 32 años, porque llegué a este sitio cuando tenía apenas 17 años, desde 1991.

La historia es muy curiosa, mi papá era chófer de la Dirección General de Cultura de la ULA.

Un día me preguntó si quería acompañarlo a un viaje hacia Oriente con los integrantes del Taller de Títeres y dije que sí. 

Conocí a estos muchachos y justamente para aquel entonces yo  ya era medio payaso, medio cuentacuentos… así que, al llegar allá, me enamoré de este mundo. 

Después, Gustavo me invitó a formar parte y henos aquí.

—¿Cómo fueron esos primeros años del Taller de Títeres y Marionetas?

—Antes viajábamos mucho, hasta tres y cuatro veces por año.

En Venezuela y Latinoamérica se hacían muchísimos festivales de títeres. Todavía se hacen, pero actualmente no podemos ir tan seguido por la situación del país. 

La Dirección General de Cultura antes tenía más  unidades de transporte, manejaba un mejor presupuesto y eso permitía que hiciéramos más funciones.

Hoy en día trabajamos con las escuelas, las comunidades, los pueblos lejanos, geriátricos, prácticamente con quien esté interesado en ver una función de títeres. 

Las personas se pueden acercar hasta acá o hasta la sede de la Dirección de Cultura y desde allí coordinar una presentación. 

También recibimos grupos aquí, de hecho, a mí me gusta mucho más que los niños vengan al taller porque así pueden conocer todos nuestros espacios.

Contamos con cuatro espectáculos para mostrar, algunos son un poco viejitos y otros un poco más nuevos, pero siempre intentamos preparar algo diferente para variar el repertorio.

—¿Manejan un cronograma por mes para hacer espectáculos?

—No. 

Todos los espectáculos de títeres se preparan con un previo acuerdo con las escuelas.

Por ejemplo, cuando se acerca la semana del preescolar, para nosotros es como el mes del preescolar porque nos contactan desde varias escuelas para organizar presentaciones cada semana. 

Nosotros vamos prácticamente gratis porque el Taller de Títeres y Marionetas no cobra. 

Sin embargo, a veces, pedimos una colaboración porque no manejamos un buen presupuesto, prácticamente mantenemos estos espacios con nuestros sueldos.

Hay semanas en las que podemos hacer hasta dos funciones, como semanas en las que no hacemos ninguna. 

Sin embargo, cuando es así dedicamos esta semana al taller, a ensayar, a arreglar algunos títeres. 

Y aunque no llevemos un cronograma, sí que llevamos un control de las funciones que hacemos, por ejemplo, tiempo atrás hacíamos en promedio más de cien funciones al año, en cambio, el último informe que pasé contaba alrededor de cuarenta funciones en lo que va del 2023.

—No sé si le hacen esta pregunta muy a menudo, pero… ¿Existe algún títere o marioneta por la que sienta preferencia?

—Sí. 

La primera función de títeres que monté completamente solo se llama Rosaura en bicicleta, es un cuento muy sencillo escrito por el francés Daniel Barbot. 

Trata de una gallina que está cumpliendo años y que le pide a su dueña una bicicleta de regalo. 

Entonces, imagínate, ¿quién ha visto a una gallina montada en una bicicleta? Bueno, cómo te decía, para montar esa obra tuve que invertir un año entero para fabricar a los títeres, el teatrino, la música, repasar los ensayos, etcétera. 

De ahí nació Rosaura, mi marioneta favorita.

Tomando en cuenta la situación económica que atraviesa el país y la Dirección General de Cultura, ¿Cómo han logrado mantener la producción de títeres?

—Últimamente lo que hemos hecho es reciclar títeres que no usábamos. 

Por ejemplo, tenemos una obra muy conocida en el ámbito de los títeres llamada La Calle de los Fantasmas, pero para llevarla a escena tuve que restaurar algunos títeres, además, hice una adaptación de la obra donde mezclo actores, zanqueros –que son personajes interpretados por personas que montan zancos— y títeres.

Como decía antes, las personas a veces nos colaboran. Nos preguntan qué nos hace falta y nos traen pintura, pega blanca, pinceles o dinero que invertimos en materiales para el taller.

—¿No han pensado en hacer cursos sobre elaboración de títeres y marionetas?

—Sí los organizamos, pero están orientados hacia los docentes. 

De esta manera, ellos después pueden enseñar a sus alumnos en su salón de clases cómo elaborar títeres más tranquilamente, cabe destacar que no cobramos por esto. 

Sin embargo, junto a Elizabeth Marrero, profesora de la Facultad de Humanidades y Educación, estamos tratando de organizar talleres que se hagan en beneficio del taller.

—¿Cuáles son los retos más grandes que enfrenta el Taller de Títeres y Marionetas?

—Los cortes eléctricos. 

Todas nuestras instalaciones necesitan electricidad y una buena iluminación para que los niños puedan apreciar las marionetas de la Parranda Andina o de los espectáculos en el salón de teatro. 

Hace un par de semanas tuvimos una presentación aquí y se fue la luz. 

Fue horrible. 

Intenté conectar una planta prestada por mi papá, pero necesitaba varios litros de gasolina que tampoco teníamos. 

Ese día me sentí muy triste por no poder darles a los niños la función que esperaban.

—Entonces, ¿por qué no desistir? ¿Qué encuentra en este lugar que hace que se quede?

—Porque hago esto de corazón, llevo esta pasión por dentro desde que era pequeño. 

Cuando conseguí este mundo tan mágico y maravilloso me dije que me iba a quedar aquí el tiempo que pudiera, hasta donde Dios me lo permita. 

De hecho, mi compañero Gustavo falleció aquí en el Taller de Títeres. 

Él decía que iba a estar aquí hasta los 99 años, pero Dios se lo llevó antes. 

Por eso, lo único que me queda por pedir es estar aquí hasta donde Dios me lo permita.

Además, trabajar con niños me hace sentir con mucha energía. 

Cuando hago una función me relajo, me olvido de los problemas. 

Quizás llegue un día en el que desee irme con mis títeres, pero cuando sea así espero dejar a alguien que le guste este mundo tanto como a mí. 

Porque aquí puede llegar cualquier persona, pero si no le gusta esto puede acabar con lo que es el Taller de Títeres y Marionetas.  

—Finalmente, ¿qué es para usted el Taller de Títeres y Marionetas?

—Para mí es un lugar mágico. 

Y aunque no lo crean, este espacio es uno de los talleres de títeres más completos y más grandes que hay en Venezuela.  

A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de conocer varios talleres a nivel nacional y me pude dar cuenta que un espacio como este no lo tiene cualquiera. 

Agradezco a la vida porque este sitio existe y de verdad espero que se mantenga en el tiempo. 

Un amigo mío decía que un lugar como el Taller de Títeres y Marionetas debería ser declarado como patrimonio cultural del estado Mérida y yo opino lo mismo.

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