En el seminario Bordes trataron temas de identidad, cine, violencia y subjetividad

(El foro estuvo moderado por la sicóloga Fania Castillo, miembro directivo de Bordes y organizadora del VI Seminario)

Durante el VI Seminario Bordes  realizado en San Cristóbal y dedicado a la temática sobre “identidades mínimas”, varios expositores presentaron resultados de sus investigaciones sobre la cultura, la identidad, el cine, la violencia y la relación entre la verdad y la subjetividad.

En el foro realizado el viernes 16 de octubre, en horas de la mañana, en el Museo del Táchira, intervinieron Pedro Alzurú, docente e investigador de la ULA, quien habló de la relación entre verdad y subjetividad en la obra de Foucault, Jackeline Céspedes, estudiante de postgrado y egresada en el área de artes en la ULA, quien presentó un estudio sobre la identidad del artista merideño, la profesora Sandra Cuesta de la Facultad de Humanidades, quien presentó resultados de una investigación sobre las identidades en el novísimo cine latinoamericano, Melissa Manrique, egresada de la ULA y docente de la UNET, quien presentó su estudio sobre una obra de la escritora Inés Quintero, quien  rescató el contenido de cartas escritas por esclavas y por esposas de líderes que dirigieron en épocas pasadas el destino de Venezuela y Juan Diego Pérez, diseñador gráfico, arquitecto y fotógrafo quien presentó el contenido de su estudio “Memoria privada: del álbum familiar al álbum digital”. También se leyó el contenido de una investigación de Janeth Segovia, docente del Centro de Investigaciones Penales y Criminalísticas de la ULA, dedicado a las afectaciones en grupos procedentes del pueblo wayuu, desplazados hacia el estado Zulia a raíz de la conocida como Masacre de Bahía Portete, en la península de la Guajira.

Estudian la identidad del artista teatral merideño

Jackeline Céspedes, quien es egresada de la ULA en estudios de actuación y con estudios de postgrado en Etnología, manifestó su interés por el tema de la identidad, ella realizó un estudio sobre la “identidad del artista teatral merideño” en el que el buscó consultar cómo se autodefinen estos artistas.

Entre los conceptos utilizados por los artistas entrevistados encontró que éstos utilizaron expresiones como “genuinos”, “ingenuos”, “que les falta arriesgarse”,  que “no se miran”, “cómodos”, “quedados” y “que les falta crecer”.

Solo tres de los entrevistados se atrevieron a considerar cómo deberían ser los artistas y utilizaron conceptos como “arriesgados” y “dedicados”.

Al final de su presentación, Céspedes expuso que a pesar de estas apreciaciones “somos la mayoría los que podemos describirnos como buey y pájaros de fuego, difusos, que nos falta volar y crecer”.

Identidades mínimas en el novísimo cine latinoamericano

La profesora Sandra Cuesta, docente de la Facultad de Humanidades de la ULA en Mérida, investigadora de la temática del cine, presentó durante el  seminario parte de su investigación, en este caso una ponencia titulada “Temporalidad del presente e identidades mínimas en el novísimo cine latinoamericano”.

Al inicio de su exposición la docente centró su interés investigativo respecto a “lo mínimo en el cine” en cómo en esta expresión de las artes han estado presentándose nuevas identidades temporales y cómo han cambiado los antiguos personajes centrales por nuevas configuraciones temporales.

Para mostrar este cambio, la profesora Cuesta expresó que durante el siglo XX se han dado dos estructuras claras de la temporalidad, en la primera de las cuales, que marcó los personajes en especial los centrales en el cine en una primera etapa, que estuvo influida por la racionalidad en el uso del tiempo producto de la propia revolución industrial, aparejada con la idea de progreso,  que inspiró la propia división del tiempo  y de las actividades del hombre a partir de una hora determinada para su uso internacional, desde 1913, en que se constituyó como la hora oficial.

Con el advenimiento de lo que se conoce como “la postmodernidad”, refiere la docente,  aparece una “nueva vectorialidad” en el uso del tiempo, que se asocia con una estructura polimórfica de éste, más asociada con la llegada de los recursos e instrumentos  digitales, que considera más bien el uso de un tiempo como “fragmentario”, característico del utilizado por los usuarios de la Internet.

Esta segunda forma o uso del tiempo, que se asocia más a “un presente continuo” en su uso por parte de los individuos en la actualidad, está más asociado a experiencias subjetivas en el tiempo, en este caso, se restauran las experiencias genuinas de los seres humanos, se introduce la contingencia y el azar.

Esta segunda lectura de un tiempo más asociado con la era digital, de acuerdo con lo que expuso la profesora, es la que ha influido en este novísimo cine latinoamericano caracterizado por uso de este tiempo continuo y con el enfoque de temáticas más asociadas a  esas “identidades mínimas” de sus protagonistas.

Es así como entre los autores o directores de estos nuevos ejes temáticos se pueden mencionar   en Argentina a Carlos Sorin, Pablo Trapero, Lucrecia Martel y Adrián Caetano, entre otros. En Cuba a Fernando Pérez, en Uruguay a Pablo Toll, entre otros autores latinoamericanos.

Como uno de los ejemplos, la profesora Cuesta hizo un breve recuento de la película “La libertad” del argentino Lisandro Alonso, en la cual actúa un solo personaje, un leñador de la pampa argentina, quien pasa el día desarrollando su propia labor marcada solo por el ritmo del paso del tiempo que coincide con los ritmos de la naturaleza –llegada del sol, atardecer-, quien rige su actividad de manera autónoma, en la cual no se expresa ninguna forma de poder sobre el individuo y solo él mismo,  es el responsable de su propio actuar.

Este tipo de personajes, de acuerdo con las explicaciones de la profesora Cuesta, serían ejemplo de las transformaciones de los protagonistas por seres “liberados de sus causas y sus consecuencias” y  en donde no existe una determinación de las acciones que grupos de poder puedan ejercer sobre éstos.

Las cartas íntimas de las esposas de líderes venezolanos

Durante este interesante seminario organizado por la Fundación Cultural Bordes, conformada por docentes de la ULA y artistas regionales, fue presentada también una ponencia de Melissa Manrique, egresada de la ULA y docente de la UNET, quien presentó su estudio sobre una obra de la escritora Inés Quintero, quien  rescató el contenido de cartas escritas por esclavas y por esposas de líderes que dirigieron en épocas pasadas el destino de Venezuela.

Durante su intervención, Melissa Manrique retomó el tema acerca de que la historia ha sido tradicionalmente escrita por hombres, al tiempo de expresar que la mujer empieza a hacer su voz pública en el país a partir de publicaciones periódicas, cuyo discurso habría estado asociado en esos inicios con sus oficios diarios en el hogar y éste estuvo situado “en los bordes del discurso hegemónico masculino”.

Es de reciente data, refirió la docente en que otros discursos de minorías comenzaron a tener aliento y ser difundidos y “comenzó a aparecer la mujer como testigo oculto de la historia”.

Es así como la escritora Inés Quintero –refiere la profesora  Manrique-, empieza a revivir textos e ideas de mujeres quienes no fueron tomadas en cuenta a la hora de escribir la historia del país, textos en los que se revelan aspectos de lo íntimo y lo cotidiano de estas personas y de su relación con estos gobernantes de Venezuela.

En el caso de la escritura de algunas esclavas, manifiesta que éstas en sus testimonios relatan los expedientes jurídicos de 6 esclavas quienes trabajaron muy duro para lograr la libertad de sus hijos y quienes incluso llegaron a maltratar a sus propios descendientes para que el pago de su libertad resultara más económico y más rápido.

Durante su exposición, la profesora de la UNET también leyó fragmentos de las cartas de las esposas de José Antonio Páez y de Guzmán Blanco que hablan de sus infidelidades, de su abandono y de la poca valoración de sus afectos por ellas y por sus hijos, en la medida en que estos líderes fueron coronando altos espacios de poder.

 

(Parte del público presente en el Foro de Bordes)

Del álbum familiar al digital

Otra interesante conferencia que cerró el ciclo alusivo a estas ponencias con motivo de estas “identidades mínimas”  permitió la presentación de una ponencia titulada “Memoria privada: del álbum familiar al álbum digital” por parte de Juan Diego Pérez, diseñador gráfico, arquitecto y fotógrafo, quien manifestó su interés fotográfico en los álbumes familiares y quien ha estado recogiendo y comparando fotografías en sus distintos viajes por Argentina, México y países localizados cerca del polo norte, así como en Maracaibo.

Durante estos recorridos el especialista ha podido apreciar el distinto valor y uso que se le ha dado a las fotos familiares en distintas regiones, en algunas de las cuales se niega su exposición pública, en otras en las que se venden abiertamente las fotos antiguas en mercados, e incluso la elaboración de una biblioteca digital de todo un pueblo –con sus líderes fundadores y descendientes- para su permanencia el tiempo en un país cercano a uno de los polos del planeta.

Como diseñador, el artista también ha fusionado fotos de dichos fundadores con algunos de sus descendientes logrando la reproducción de caracteres similares en distintos miembros de un árbol genealógico y la creación o recreación de nuevos seres quienes han quedado registrados en estos diseños o fusiones fotográficas.

Incluso, Juan Diego Pérez ha rescatado pequeños detalles de antiguas fotografías los cuales luego reproduce en serie y crea nuevos espacios y galerías que constituyen fondos o ambientes para los propios seres quienes los han habitado.

Estudian la violencia en grupos wayuu desplazados a raíz de la masacre de Bahía Portete

Durante el VI Seminario de Bordes fue presentada una ponencia de Janeth Segovia, docente del Centro de Investigaciones Penales y Criminalísticas, sobre las afectaciones en grupos procedentes de la comunidad wayuu, desplazados hacia el estado Zulia a raíz de la conocida como Masacre de Bahía Portete, ocurrida en la Guajira colombiana en 2004.

En la masacre cerca de una decena de indígenas habrían sido asesinados por grupos paramilitares colombianos, a raíz de lo cual alrededor de 600 miembros de esta comunidad indígena realizaron una movilización forzosa hacia comunidades periféricas de Maracaibo.

En la investigación realizada por la docente se muestran las dificultades de estos grupos para lograr la resolución del o los conflictos generados en esta comunidad mediante los mecanismos tradicionales de resolución de los mismos, bien a partir de la indemnización o de la venganza, según la usanza tradicional de su cultura.

La principal dificultad que encontrarían es cómo asumir una indemnización frente a una violencia desmedida de parte de los paramilitares con grandes consecuencias físicas y psicológicas que incluyeron la desmembración de personas con sierras, el asesinato de niños y ancianos, y atrocidades que conllevaron una deuda y un duelo que no permite una forma de resolución por esta vía, en virtud que conllevó una afectación cultural para esta etnia y su desarraigo de la propia península, tierra habitual de esta comunidad.

En el estudio de este desarraigo y deuda cultural está presente la desmembración del cuerpo, considerado como un “microcosmos” por esta comunidad y como la representación de la vida, o como una “unidad de identidad”  de acuerdo con el estudio, y que rompió con  esas historias de vida que fueron profanadas en esta gran masacre realizada contra el pueblo wayuu.

 

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